De visita en Londres
Londres, una ciudad de aventuras
¿Por dónde empezar una visita a la capital británica? La pregunta es fácil, la respuesta muy difícil porque en Londres no hay tiempo para el aburrimiento. A simple vista cualquier cosa parece importante y, además, se encuentra de todo, cualquiera sea el gusto o aficiones que se tenga.
Si piensa en una obra de teatro, las mejores están aquí. Si es amante del fútbol se podrá encontrar a parte de los mejores futbolistas del mundo que inundan la Premier Ligue; si prefiere la cerveza, venga y tómese una en los pubs, inequívoco punto de encuentro de diálogo entre los ingleses; si le gusta la historia, los museos británicos serán una excelente guía, si le gusta ver el mundo resumido en una ciudad, Londres es el lugar ideal. Por algo los londinenses se jactan en decir que aquí viven 200 comunidades y se hablan 300 idiomas.
EN EL MUSEO BRITÁNICO
Apenas cruzamos el umbral del Museo Británico y nos encontramos con un gran atrio y una enorme basílica cuyo interior está rodeado de miles de libros. Es un fastuoso antro de conocimientos. Veo un hombre de unos 40 años, trabajando en su computadora portátil, mientras su hija resuelve unos problemas de matemáticas y su hijo dibuja en un papel. Aquí puede venir cualquier persona a sentarse, tomar un libro, escribir un poema, una novela y nadie le pedirá cuentas por quedarse el tiempo que quiera.
En los otros ambientes, lo típico. Un sector dedicado a Egipto, otro a Grecia. Es un viaje a la historia en el que se aprecia de cerca los elementos que le dieron vida a estas culturas, otrora centros de la humanidad. Los restos de las épocas de las pirámides, los faraones. De Grecia, los restos arqueológicos. Solo son unos ejemplos de lo que se puede ver de la colección de antigüedades más importante del mundo.
ALGUNAS POSTALES
Aunque el sistema de transporte subterráneo es muy práctico, no hay mejor manera de conocer y disfrutar de Londres que viajando en el segundo piso de uno de esos tradicionales ómnibus rojos que conectan la ciudad con los suburbios.
Hoy es el Museo Británico, ayer fue el Big Ben al pie del Támesis y sus plomizas aguas. Antes fue el Tower Bridge, aquel puente que de lejos parece un castillo. En cualquiera de estos lugares se comparte espacio con miles de turistas de todo el mundo. Es alucinante escuchar las campanadas, inequívoca señal de que estamos en Londres.
Buckingham Palace, la residencia de la reina Isabel II, es un gigantesco palacio rodeado del hermoso parque Green Park y cerca del famoso Hyde Park.
Picadilly Circus, más pequeño de lo que imaginé, es una simpática plaza rodeada por grandes anuncios y luces de neón. Aquí, miles de turistas se pelean diariamente por fotografiarse en el emblemático lugar donde se iniciaron las grandes manifestaciones británicas de la historia.
Noting Hill, con su pintoresca calle Portobello y su mercado de pulgas que los domingos le da otro color a esta inquieta ciudad.
Dicen que en Londres hay mejores restaurantes indios que en la propia India. Yo experimenté la sazón de la exquisita comida india. Un paseo por Kensington y aquellos edificios que parecen palacios donde cada departamento supera el millón de dólares. Al igual que Hyde Park, una de las zonas más ricas, exclusivas y bellas de Londres.
Disfrutar de un pub de Londres es conocer parte de la cultura inglesa. Los londinenses culminan su jornada de trabajo a partir de las 4 de la tarde, de allí llegan hasta alguno de los pubs ubicados en toda la ciudad. En las zonas turísticas o financieras hay prácticamente uno o dos pubs en cada cuadra. Inclusive cuando se llenan, la gente se acomoda parada en las afueras del local con su chop. Es el verdadero espacio de conversación de los británicos. Una tarde en Convet Garden, en el centro de Londres, un colega argentino y yo bebemos dos rondas de cerveza y a nuestro lado, dos británicos se unen al apasionado diálogo sobre política internacional.
A diez minutos de las once de la noche, suena una campana y el mozo irlandés lanza la frase tajante: "Última ronda". Es el anuncio de que el pub cierra a las 11 de la noche, esa es la condición, esa es la ley británica. Después solo queda regresar a la casa, al hotel y esperar qué aventuras nos mostrará Londres al día siguiente.
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